Es lunes y
como todos los lunes me levanto temprano para ir a trabajar, en el camino
recuerdo que hay partido del América, es extraño que un partido se juegue un
lunes pero para todo hincha de la Mecha ya resulta normal. Pienso en cómo se
resolverá el partido, con que saldrán los "jugadores" esta vez, no sé
si es mejor ganar y que los directivos y el técnico se sigan escudando en unos
resultados mediocres o que se pierda y sigan los malos resultados para apelar a
que ocurra el milagro de un cambio radical, claro un real cambio no como lo que
hemos vivido año tras año viendo como desfilan uno que otro
"refuerzo" que resulta más efectivo cuando se va y luego enfrenta al
América.
Previo al
partido el twitter se empieza a llenar de un ambiente de burla que disfraza la
angustia que sentimos todos los hinchas de saber que el gran equipo que año
tras año veíamos coronar se convirtió en el paria del futbol colombiano, en el
equipo que solo puede ostentar un escudo lleno de estrellas e historia en el
pecho de los llamados jugadores, porque en la cancha no hay nada, cada partido
vemos un América reactivo que solo espera a que el rival ponga las condiciones
para salir a tratar de arreglar las cosas y conseguir apuradamente siquiera un empate.
Empiezo a
ver el partido y es imposible no confundirme con el Not Top Ten cuando uno de estos personajes hace un intento de pase,
centro, rechazo o tiro al arco que parece más un blooper que una jugada. El
partido se desarrolla en una fila de insultos hacia los jugadores que
apuradamente logran un empate, un empate más, que deja al equipo tambaleando en
la tabla de un torneo de ahora 16 equipos. Un torneo muy bien diseñado que pone
a los equipos a quemarse las pestañas durante todo un año para al final definir
todo en dos cuadrangulares donde poco o nada importa lo hecho durante toda la
temporada.
En cada
partido confirmo más que el América es la radiografía del futbol colombiano,
que hasta hace unos años empezó a cambiar, porque al igual que en la Mecha por
la selección desfilaron un sinfín de técnicos nacionales que no funcionaron, en
procesos que no lograron el objetivo, y si nos fijamos era porque la base y la
mentalidad seguía siendo la misma. El América como la selección necesita ese
redentor extranjero, ese baluarte que en realidad cambie las cosas, ese líder
firme que no se deja doblegar ante dirigentes, ese líder que hace magia en los
equipos y deja huella en las hinchadas. El América necesita ese Peckerman que
se mete en los corazones y hace corear su nombre ante millones de almas que
solo quieren celebrar los títulos de su amado equipo. CM
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